La insulina es una hormona producida por el páncreas que permite que el cuerpo utilice la glucosa (azúcar) de los alimentos como fuente de energía. Después de comer, la glucosa en la sangre aumenta, lo que estimula al páncreas a liberar insulina en la corriente sanguínea. La insulina ayuda a que la glucosa ingrese a las células del cuerpo, donde se utiliza como energía o se almacena para su uso futuro.
En las personas con diabetes, el cuerpo no produce suficiente insulina o no la utiliza adecuadamente, lo que causa un aumento en los niveles de glucosa en la sangre. El tratamiento con insulina es necesario en algunas personas con diabetes para ayudar a controlar los niveles de glucosa en la sangre y prevenir complicaciones de salud a largo plazo.
Existen diferentes tipos de insulina, que se clasifican según su velocidad de acción. Por ejemplo, la insulina de acción corta, la de acción rápida y la de acción prolongada son algunos tipos de insulina que se pueden usar de forma combinada para lograr un control adecuado de la glucosa en la sangre.
La insulina no se puede tomar por vía oral porque las enzimas del estómago la degradan antes de que pueda actuar. Por lo tanto, se administra mediante inyección usando una jeringa y una aguja fina o con una pluma para insulina, que es un dispositivo similar a una lapicera. También existe la opción de usar una bomba de insulina, que es un dispositivo que se usa en la parte externa del cuerpo y se conecta a una sonda que se introduce debajo de la piel del abdomen.
Otra opción para el monitoreo de la glucosa en la sangre es el glucómetro continuo, que es un dispositivo que se coloca debajo de la piel y mide la glucosa en la sangre cada pocos minutos. La información se transmite a un dispositivo portátil que el paciente puede llevar consigo. Esto permite un monitoreo continuo y en tiempo real de la glucosa en la sangre, lo que puede ser útil para ajustar la dosis de insulina y mantener un control adecuado de la diabetes.
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